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folaguena

23 septembre 2008

ça va

Andar pisando huevos.

Siempre que nosotros tenemos comunicación con otras personas, exponemos nuestras ideas. Esto se puede producir en una reunión de amigos o en el trabajo, en donde el objetivo, por lo general, es generar acciones de mejora a desarrollar. El problema es, que normalmente la exposición de ideas es muy desordenada, pues en la conversación se produce una mezcla de objetividad con diversos grados de emociones, de aspectos negativos objetivos y no objetivos, con opiniones personales, etc. En un caos como éste sólo las ideas que parecen obvias subsisten y se pierden otras muchas que pueden proporcionar excelentes resultados. en los problemas sombríos y de abrumadora responsabilidad la alegría serena, es cosa harto difícil, y, sin embargo, ¿hay algo más necesario que la alegría serena? Nada sale bien si no participa en ello la alegre travesura. Soló el exceso de fuerza es la prueba de fuerza. Una transmutación de todos los valores, interrogante negro y tremendo que proyecta sombras sobre quien lo plantea, obliga a cada instante a buscar el söl y sacudir una seriedad pesada, una seriedad que se ha vuelto demasiado pesada. Para este fin, bienvenidos sean todos los medios; cada caso es un caso de buena suerte. Sobre todo, la guerra. La guerra siempre ha sido la grande cordura de todos los espíritus que se han vuelto demasiado íntimos y profundos; hasta en la herida hay virtud curativa. Desde hace tiempo la siguiente máxima, cuyo origen escamoteo a la curiosidad erudita, ha sido mi divisa: Otro solaz, que bajo ciertas circunstancias me es aún más grato, consiste en tantear ídolos... Existen en el mundo más ídolos que realidades; tal es mi “mal de ojo” respecto a este mundo, como también mi “mal de oído”... Interrogar con el martillo y oír acaso coma respuesta ese famoso sanida hueco que dice de intestinos aquejados de flatosidad, ¡qué deleite supone para uno que tiene oídos aún detrás de los oídos!; para mí, avezado sicólogo y seductor ante el que precisamente lo que quisiera permanecer calladito tiene que hacerse oír...También este escrito-como lo revela el título-es ante todo solaz, rincón soleado, escapada a la sociedad, de un sicólogo. ¿Acaso también una nueva guerra? ¿Se tantean nuevos ídolos?... Este pequeño escrito es una gran declaración de guerra; y en cuanto al tanteo de ídolos, esta vez no son ídolos de la época, sino ídolos eternos los que aquí se tocan con el martillo como con el diapasón; no existen ídolos más antiguos, más convencidos, más inflados... ni más huecos... Lo cual no impide que sean los más creídos. Por otra parte, sobre lodo en el caso más distinguido, no se los designa en absoluto con el nombre de ídolo... En todos los tiempos, los más sabios han coincidido en este juicio acerca de la vida: no vale nada. Una y otra vez se les ha oído el mismo acento: un acento de duda, de melancolía, de cansancio de la vida, de resistencia a ella. Hasta Sócrates dijo al morir: “La vida es una larga enfermedad; debo un gallo al salvador Asclepio”. Hasta Sócrates estaba harto de vivir.Esta noción irreverente de que los grandes sabios son tipos de la decadencia, se me ocurrió precisamente en el caso en que más violentamente choca con el prejuicio erudito y profano: Sócrates y Platón se me revelaron como síntomas de decadencia, como instrumentos de la desintegración griega, como pseudogriegos, antigriegos (El origen de la tragedia, 1872). Comprendí cada vez más claramente que ese consensus sapientium lo que menos prueba es que estaban en lo cierto con aquello en que coincidían; que prueba, eso sí, que tales sabios debían coincidir en algo fisiológicamente, para adoptar así, por fuerza, una idéntica actitud negativa ante la vida. En último análisis, los juicios, de valor sobre la vida, en pro o en contra, jamás pudieron ser ciertos; sólo tienen valor como síntomas, sólo entran en consideración como síntomas. Tales juicios son en sí estúpidos. Es absolutamente preciso hacer una tentativa de aprehender esta asombrosa finesse de que el valor de la vida no puede ser apreciado. Ni por los vivos, toda vez que son parte, y aun objeto de litigio, y no jueces; ni por los muertos, por una razón diferente. El que un filósofo vea el valor de la vida como problema, se convierte en una objección contra él, en un interrogante a su sabiduría, en una falta de sabiduría. ¿Cómo? Todos esos grandes sabios ¿no solamente han sido décadents, sino que ni siquiera han sido sabios? Mas vuelvo al problema de Sócrates. Moral para médicos. El enfermo es un parásito de la sociedad. En un determinado estado resulta indecente seguir con vida. Debiera sentir la sociedad un desprecio profundo por quien arrastra una existencia precaria en cobarde dependencia de médicos y practicantes, una vez perdido el sentido de la vida, el derecho a la vida. Los médicos, por su parte, debieran ser los agentes de este desprecio, procurando en vez de recetas una renovada dosis de asco a su paciente... Hay que crear una responsabilidad nueva, la del médico, para todos los casos en que el interés supremo de la vida, de la vida ascendente, exige la represión implacable de la vida degenerada; por ejemplo, respecto al' derecho a la procreación, al derecho de nacer, al derecho de vivir... Morir de una muerte orgulIosa, cuando ya no es posible vivir una vida orgullosa. Optar por la muerte espontánea y oportuna, consumada con claridad y alegría, rodeado de hijos y testigos, de suerte que es todavía posible una verdadera despedida donde está todavía ahí el que se despide, así como una verdadera apreciación de lo realizado y lo intentado, un balance de la vida, en oposición a la miserable y pavorosa farsa en que el cristianismo ha convertido la hora postrera. ¡No debiera perdonarse jamás al cristianismo haber abusado de la debilidad del moribundo para hacer violencia a la conciencia, de la forma de la muerte para valorar al hombre y su pasado! En este punto, frente a todas las cobardías del prejuicio, corresponde establecer, ante todo, la apreciación correcta, esto es, fisiológica, de la llamada muerte natural, que a su vez no es, en definitiva, sino una muerte “antinatural”, un suicidio. Nadie muere por culpa ajena, sino únicamente por culpa propia. Sólo que ella es la muerte que se produce en las circunstancias más despreciables: una muerte impuesta, a destiempo, una muerte cobarde. Por amor a la vida se debiera procurar una muerte diferente: libre, consciente, sin contingencia ni coerción... Por último, he aquí un consejo dirigido a los señores pesimistas y demás décadents. No está en nuestro poder no nacer, pero sí nos es dable subsanar lo que a veces resulta efectivamente un defecto. Quien se elimina realiza algo respetable; quien hace esto, casi merece vivir... La sociedad, ¡qué digo!, la vida misma se beneficia con semejante gesto más que con cualquier “vida” vivida con resignación, anemia y otras virtudes; se ha quitado de la vista de los demás, convirtiéndose en una objeción a la vida... El pesimismo pur, vert, sólo queda probado por la autorrefutación de los señores pesimistas; hay que avanzar un paso más en su lógica, negar la vida no sólo con “voluntad y representación”, como lo hizo Schopenhauer, sino negando primero a Schopenhauer... El pesimismo, dicho sea de paso, a pesar de ser contagioso, no acrecienta la morbosidad de una época, de una raza, en su conjunto; es la expresión de la misma. Se cae en él como en el cólera, que sólo ataca al que está predispuesto. El pesimismo no aumenta el número de los décadents; recuérdense también las estadísticas según las cuales los años en que causa estragos el cólera no se diferencian de los otros años respecto al número total de fallecimientos. ¿Hemos progresado en moralidad? Como era de esperar, contra mi concepto “más allá del bien y del mal” se ha alzado toda la ferocidad del entontecimiento moral, confundida en Alemania con la moral misma; podría contar cosas muy sugestivas al respecto. Sobre todo, se me hizo notar la “superioridad innegable” de nuestra época respecto al juicio moral, al progreso efectivamente realizado por nosotros en este terreno, señalando que es de todo punto inadmisible aceptar la comparación de Cesare Borgia con nosotros, como “hombre superior”, como una especie de superhombre, según yo he afirmado... Un redactor suizo del Bund, al rendir homenaje a la valentía de tan arriesgada iniciativa, llegó hasta a “entender” el sentido de mi obra como cruzada por la abolición de todos los sentimientos decentes. ¡Muchas gracias! A modo de respuesta, me permito plantear el interrogante de si realmente hemos progresado en moralidad. No puedes imaginarte como te hecho de menos... Aquí no tengo a nadie a quien confiar el lado bueno y el malo de mi vida, y esto es para mí una sensación nueva. Por si fuera poco, tampoco simpatizo con ninguno de mis colegas... Acabo de obtener el doctorado, y este hecho supones para mí la confesión más vergonzosa de ignorancia. La profesión de filólogo cada vez se aleja más de cualquier aspiración crítica, fuera de los horizontes del helenismo. Dudo incluso si devendré algún día un auténtico filólogo. Si la casualidad no me ayuda, no lo lograré de ninguna forma. El motivo es que, por desgracia, carezco de modelos, y me veo a mí mismo acercándome a pasos agigantados al abismo de la pedantería... ¡Que no daría yo por vivir juntos los dos!... He dado una conferencia sobre Sócrates y la tragedia que ha provocado un gran revuelo, amén de interpretaciones equivocadas, pero me ha servido para estrechar aún más si cabe los lazos con mis amigos de Tribschen. Espero que mi suerte cambie: hasta Richard Wagner me ha sugerido de la forma más enternecedora el destino que considera más apropiado para mí... Ciencia, arte y filosofía forman un amasijo tan informe en mi interior que puede que algún día engendre monstruos. Convendremos, en qué sentido precisamente ese fenómeno de nuestra vida moderna, y para hablar con propiedad, de la Europa cristiana y su Estado, ante todo la “civilización” romana ahora predomínate en todas partes, descubren la enorme tara que afecta a nuestro mundo: todos nosotros, con todo nuestro pasado, somos culpables, de semejante terror manifestado a la luz del día: de modo que, desde lo alto del sentimiento por nosotros mismos, deberíamos estar muy lejos de querer imputar el crimen de un combate contra la cultura a estos desdichados. Sé lo que quiere decir esto: el combate contra la cultura. La noticia del incendio parisino [se refiere a los episodios de La Comuna y a la noticia falsa y que para esta época él ya debía saber que era falsa del incendio del Louvre] me dejó anonadado durante varios días, me deshacía en lagrimas y dudas: empecé a ver el conjunto de nuestra existencia científica, filosófica y artística como un absurdo, porque un solo día basta para borrar las supremas maravillas quizá de periodos enteros del arte: me aferré con firme convicción al valor metafísico del arte, que no puede existir por culpa de la pobre gente, pero debe cumplir misiones más altas. Pero, a pesar de mi extremo pesar, no estaba en condiciones de arrojar la más mínima piedra a esos profanadores, que, para mí, sólo eran agentes de la culpabilidad universal, ¡sobre la que hay tanto que meditar! Estimado señor consejero privado: espero que no se molestara usted si le digo, con absoluta franqueza, que me asombra no haber escuchado de sus labios la más mínima palabra amable sobre el libro que acabo de publicar [El nacimiento de la tragedia], sobre todo porque se trata de una especie de manifiesto, y desde luego, invita a todo menos al silencio. Probablemente el asombrado será usted, respetado maestro, si continúa leyendo: yo creía que de encontrar usted algo prometedor en su vida sería este libro, prometedor para el conocimiento que tenemos de la Antigüedad, prometedor para el espíritu alemán, aun cuando cierto individuos tuvieran que perecer por ello. En efecto, por mi parte al menos, yo no dejaría de extraer de mis puntos de vista todas las consecuencias prácticas que ellas comprenden, y usted se hará una idea de ello si yo doy aquí conferencias públicas Sobre el porvenir de nuestros establecimientos educativos. Me siento –puede usted creerlo– desprovisto de ambiciones y prudencias personales; y no buscando nada para mí, es para los demás que espero hacer algo. –Lo que más me importa es adueñarme de la joven generación de filólogos, y pensé que sería un pobre signo el que no pudiera conseguirlo. Su silencio, pues, me intranquiliza un poco. No es que haya dudado ni un solo instante de su simpatía por mí, de la cual fui de una vez por todas persuadido, pero precisamente por esa simpatía podría interpretar esto ahora como una especie de recelo personal para conmigo. Es para disiparlo que le escribo

Hacerle la pelota a alguien.

Tomemos como base un capital circulante de 2,500 libras esterlinas dividido en 4/5 = 2,000 libras esterlinas de capital constante (materiales de producción) y 1/5 = 500 libras de capital variable, o sea, de capital invertido en salarios. Putas de lujo en Madrid También podría dividir las 1,000 libras de hilo =50 libras es­terlinas = el capital variable, y venderlas así: 744 libras de hilado 37,200 libras esterlinas, capital constante correspondiente a 1,000 libras de hilo; 100 libras de hilado en 5,000 libras esterlinas, capital variable de ídem; o sean 844 libras de hilado en 42,200 libras es­terlinas, para reponer el capital constante contenido en 1,000 libras de hilado; y, finalmente, 156 libras de hilado al precio de 7,800 libras esterlinas, que representan el producto excedente encerrado en ellas y, en concepto de tal, pueden gastarse. Escorts Ibiza Sainte-Beuve: No tiene ni pizca de virilidad; rebo­sa un odio mezquino frente a todos los espíritus viri­les. Vaga sutil, curioso, aburrido, fisgón; en el fondo, mujer, con un rencor y una sensualidad muy feme­nina. Como sicólogo, un genio de la maledicencia; pródigo, inagotable en medios para tal fin; nadie como él para emponzoñar elogiando. Plebeyo en sus instintos más soterrados y afín al resentimiento de Rousseau: por ende, romántico; pues bajo todo ro­mantisme el instinto de Rousseau clama, rencoroso, venganza. Revolucionario, pero contenido ajustado por el miedo. Sin libertad ante todo lo que tiene fuer­za (la opinión pública, la Academia, la Corte, hasta Port Royal). Furioso con todo lo grande en los hom­bres y las cosas, con todo lo que cree en sí. Lo sufi­cientemente poeta y semi-mujer para sentir lo grande aun como poder; retorciéndose constantemente, como ese famoso gusano, porque constantemente se siente pisoteado. Como crítico, sin criterio ni sustancia, con el paladar del libertino cosmopolita para variadas co­sas, pero sin tener valor ni siquiera para admitir el libertinaje. Como historiador, sin filosofía, sin el po­der de la mirada filosófica; es, por consiguiente, por lo que en todos los asuntos principales repudia la tarea de juzgar bajo la máscara de la “objetividad”. Muy otra actitud observa ante todas las cosas donde un gusto refinado, gastado, es la más alta instancia; aquí si que tiene el valor de la autoafirmación, el deleite de la autoafirmación ; en esto es un maestro consu­mado. A juzgar por algunas páginas, una forma pre­liminar de Baudelaire. http://www.girlsbcn.com.es Por tanto, durante el ciclo anual de rotación aparecerá siempre en forma de capital disponible una parte muy considerable del capital circulante de la sociedad recuperado varias veces en el transcurso del año. girlsbarcelona Pero A. Smith confunde de pronto todo lo que sirve de base a la distinción y se contradice con lo que, unas cuantas líneas antes, le sirvió de punto de partida para toda su investigación: “Existen dos maneras diferentes de emplear el capital para que rinda al inver­sionista un ingreso o beneficio”, a saber: como capital circulante o como capital fijo. Según esto, se trata, por tanto, de distintos modos de emplear capitales diversos e independientes entre sí, al modo como pueden aplicarse, por ejemplo, los capitales en la industria o en la agricultura. Ahora, en cambio, se nos dice: “Según las diversas ocupaciones, así son distintas las proporciones de los capitales fijos y circulantes que se emplean en las mismas.” El capital fijo y el capital circulante ya no constituyen, ahora, inversiones distintas e independientes de capital, sino distintas porciones del mismo capital productivo, que en distintas esferas de inversión arrojan una parte alícuota distinta del valor global de este capital. Se trata, por tanto, de diferencias que responden a la división práctica del mismo capital productivo y que, por consiguiente, sólo rigen con respecto a éste. Pero esto se halla en contradicción, a su vez, con el hecho de que el capital comercial se contraponga, como capital puramente circu­lante, al capital fijo, pues A. Smith nos dice: “El capital de un mercader es enteramente circulante.” Es, en efecto, un capital que sólo funciona dentro de la órbita de la circulación y, como tal, lo opuesto al capital productivo, al capital incorporado al proceso de producción, razón por la cual no puede enfrentarse como parte circu­lante del capital productivo a la parte fija de este mismo capital. Madrid Acompañantes Las verdaderas reparaciones o arreglos requieren inversión de capital y trabajo que no están incluidos en el capital primitivamente desembolsado y que, por tanto, no pueden ser repuestos y cubiertos, por lo menos no siempre, mediante la reposición gradual de valor del capital fijo. Sí, por ejemplo, el valor del capital fijo = 10,000 libras esterlinas y su tiempo total de vida = 10 años, esta suma sólo repone el valor de la primitiva inversión de capital, pero no el capital o el trabajo añadidos posteriormente en forma de reparaciones. Hay aquí un elemento de valor adicional que no se desembolsa siquiera de una vez, sino a medida que la necesidad lo requiere y cuyos diversos tiempos de inversión son fortuitos por la naturaleza misma de las cosas. Y todo capital fijo requiere estas inversiones posteriores, dosificadas y adicionales bajo la forma de medios de trabajo y de fuerza de trabajo. Clubs de alterne en valencia La circulación del capital–mercancías incluye la circulación de la plusvalía y con ella, por tanto, las compras y las ventas en que se traduce el consumo individual de los capitalistas, el consumo de la plusvalía. Azafata congresos Barcelona Finalmente, en los ferrocarriles como en toda la gran industria, desempeña también su papel el desgaste apreciativo; al cabo de diez años se puede comprar, generalmente, por 30,000 libras esterlinas la misma cantidad de vagones y locomotoras que antes costaban 40,000. A este material se le debe imputar, pues, una depreciación del 25 por 100 sobre el precio del mercado, aun cuando no se deprecie en nada su valor de uso (Lardner, RaiIway Economy). Relax en Navarra En la primera fase, el capitalista retira artículos de uso del mercado de mercancías en sentido estricto y del mercado de trabajo; en la tercera fase, devuelve mercancías al mercado, pero sólo a uno de ellos, al mercado de mercancías en sentido estricto. Y si, con sus mercancías vuelve a retirar del mercado más valor del que primitivamente incorporó a él, es sencillamente, porque lanza a él, en mercancías, un valor mayor del que primitivamente le sustrajo. Incorporó a él el valor D y sustrajo de él la equivalencia M; ahora lanza a él M' + m y retira de él la equivalencia D + d. D equivalía, en nuestro ejemplo, al valor de 8,440 libras de hilo; pero lo que lanza al mercado son 10,000 libras de hilo, es decir, un valor mayor del que sacó de él. Por otra parte, si lanza al mercado este valor incrementado es gracias a la plusvalía creada en el proceso de producción (como parte alícuota del producto, expresada en el producto excedente) mediante la explotación de la fuerza de trabajo. La masa de mercancías sólo se convierte en capital–mercancías exponente del valor del capital valorizado, como producto de este proceso. Mediante la operación M'–D' se realiza tanto el valor del capital desembolsado como la plusvalía. La realización de ambos coincide en la serie de ventas o en la venta, hecha de un golpe, de la masa total de mercancías que se expresa en M'–D'. Pero la operación de circulación M'–D' difiere con respecto al valor del capital y la plusvalía, en el sentido de que expresa en cada uno de ellos una fase distinta de la circulación, una etapa distinta en la serie de metamorfosis que dentro de la circulación tienen que recorrer. La plusvalía m, sólo viene al mundo dentro del proceso de producción. Por consiguiente, aparece por vez primera en el mercado de mercancías y concretamente en forma de mercancía; es su primera forma de circulación, y, por tanto, el acto m–d es su primer acto de circulación o su primera metamorfosis, la cual tiene que ser complementada, por consiguiente, con el acto de circulación opuesto o con la metamorfosis inversa, d–m.5 Putas en Zaragoza El único capital que engendra plusvalía es el que realmente se invierte en el proceso de trabajo: sólo para él rigen todas las leyes acerca de la plusvalía, entre ellas aquella según la cual la masa de la plusvalía, partiendo de una cuota de plusvalía dada, se determina por la magnitud relativa del capital variable. Scorts de lujo en Madrid El criminal y lo que es afín. El criminal es el tipo del hombre fuerte bajo condiciones desfavorables, un hombre fuerte enfermo. Le falta la “selva”, cierta na­turaleza y forma de existencia más libres y peligrosas, donde esté justificado todo lo que es arma y arma­dura en el instinto del hombre fuerte. Sus virtudes están proscritas por la sociedad; sus impulsos más vivos no tardan en ligarse con los afectos depresivos, con el recelo, el miedo y el deshonor. Mas esto es casi la receta para la degeneración fisiológica. Quien hace subrepticiamente lo que mejor sabe hacer y que más le gustaría hacer, con sostenida tensión, cautela y as­tucia, se vuelve anémico, y como sus instintos siem­pre le valen tan sólo peligro, persecución y fatalidad, también su sentir se vuelve contra estos instintos los siente de manera fatalista. En la sociedad, nuestra sociedad mansa, mediocre y castrada, es donde el hombre natural, que viene de la montaña o de las aventuras del mar, degenera necesariamente en crimi­nal... O casi necesariamente, pues casos hay en que tal hombre resulta ser más fuerte que la sociedad. El corso Napoleón es el más famoso de ellos. Respecto al problema que aquí se plantea, es importante el tes­timonio de Dostoievsky, el único sicólogo, dicho sea de paso, que tuvo algo que enseñarme, constituyendo una de las venturas más sublimes de mi vida, en ma­yor grado aún que el descubrimiento de Stendhal. Este hombre profundo, quien tuvo diez veces razón de despreciar a los alemanes superficiales, sintió a los presidiarios siberianos, con los que convivió durante largo tiempo, criminales sin excepción, para los cuales no había retorno -posible al seno de la sociedad, a pe­sar de lo que Dostoievsky supusiera: tallados poco más o menos en la madera más dura y preciosa que crece en tierra rusa. Generalicemos el caso del crimi­nal; imaginemos a hombres a los que por cualquier razón se niega la sanción pública y que saben que no se los tiene por útiles: ese sentimiento tshandala de saberse considerado no como un igual, sino como proscrito, indigno e impuro. Todos los pensamien­tos y actos de estos hombres ostentan el color de lo que vive bajo tierra; en ellos todo se torna más pá­lido que en aquellos cuya existencia está bañada en la luz del día. Mas casi todas las formas de existencia que hoy exaltamos-el carácter científico, el artista, el genio, el espíritu libre, el actor, el mercader, el gran descubridor se desenvolvieron en un tiempo en esta especie de lobreguez sepulcral... Mientras el sacerdote era reputado el tipo más alto, todo tipo humano va­lioso estaba desvalorizado... Día llegará, lo prometo, en que se lo reputará el tipo más bajo, nuestro tshan­dala, el tipo humano más mendaz e indecente... Llamo la atención sobre el hecho de que todavía hoy, bajo el régimen de las costumbres más suaves que se ha dado jamás, por lo menos en Europa, todo aparte, todo debajo prolongado, excesivamente prolongado, toda forma de existencia insólita, opaca, aproxima a ese tipo que el criminal representa. Todos los innova­dores del espíritu llevan durante un tiempo estampado en la frente el signo fatal y fatalista del tshandala; no porque se los sienta como tales, sino porque ellos mismos sienten el pavoroso abismo que los separa de todo lo tradicional y sancionado. Casi todos los ge­nios conocen como una de sus evoluciones la “exis­tencia catilinaria”, un sentimiento de odio, venganza y rebeldía dirigido contra todo lo que ya es, en vez 'de devenir... Catilina; la forma de preexistencia de todo César. anibcn De aquí la nueva confusión en que incurre A. Smith, cuando dice: contactos barcelona

Quien fue a Sevilla perdió su silla; quien vino de Gijón se la quitó.

Cierto que esto es aplicable también a M´ (= M + m). Pero con la diferencia de que M', donde M y m no son tampoco más que partes proporcionales de valor de la misma masa homogénea de mercancías, hace referencia a su origen P, del que es producto directo, mientras que en D', forma derivada directamente de la circulación, ha desaparecido toda relación directa con P. Chicas compañía Barcelona A este propósito hay que observar, en primer lugar, que, en lo que se refiere a los mismos salarios, hay diferencias según que el plazo de pago sea más o menos largo, es decir, según la mayor o menor duración del plazo durante el cual el obrero tiene que abrir crédito al capitalista; por tanto, según que el plazo de pago de los salarios sea de una semana, de un mes, de tres meses, de medio año, etc. Rige aquí la ley formulaba más arriba: “La masa de los medios de pago necesaria (y, por tanto, del capital–dinero que hay que desembolsar de una vez) se halla en razón directa a la duración de los plazos de pago” (libro I, cap. III, 3, b, p. 105). Escortservice Barcelona Los elementos–mercancias T y Mp que forman el capital pro­ductivo P no presentan, como modalidades de existencia de éste, la misma forma con que aparecen en los distintos mercados de mer­cancías en que hay que adquirirlos. Aquí, aparecen reunidos y esta unión les permite actuar como capital productivo. acompañante independiente Y lo que decimos del capital comercial es también aplicable, en mayor grado todavía al capital a interés. En el capital comercial, los dos extremos, el del dinero que se lanza al mercado y el del dinero que en cantidad mayor se retira – de él. aparecen por lo enlazados mediante una compra y una venta, mediante el movimiento de la circulación. En cambio, en el capital a interés la formula D – M – D’ se reduce a los dos extremos escuetos D – D’ dinero que se cambia por más dinero, fórmula que contradice a la naturaleza del dinero y que es, por tanto, inexplicable desde el , punto de Vista del cambio de mercancías. Por eso dice Aristóteles: “como la cre­matística es de dos clases, una para el comercio y otra para la eco­nomía, esta última necesaria y laudable, la primera, en cambio, basada en la circulación y con razón censurada, (pues no descansa en la naturaleza, sino en el mutuo engaño), la usura es odiada, y con toda razón, pues aquí el dinero es fuente directa de lucro y no se emplea para lo que se inventó Pues el dinero se creó para el cambio de mercancías y el interés hace del dinero más dinero. De ahí su nombre (tscsV, que en griego quiere decir interés y criatura), pues las criaturas semejan siempre al criador. Y el interés es dinero de dinero, es decir, la más antinatural de todas las ramas de lucro.”36 http://www.girlsbcn.org Sin embargo, aunque el número de obreros sujetos a su mando permanezca estacionario e incluso aunque disminuya, el capital variable aumenta cuando el obrero individual rinde más trabajo y, por tanto, aunque el precio del trabajo se mantenga inmóvil, y aun descienda su salario, crece más lentamente que aumenta la masa de trabajo. El incremento del capital variable es, en estos casos, indicio de más trabajo, pero no de mayor número de obreros en activo. Todo capitalista se halla absolutamente interesado en estrujar una determinada cantidad de trabajo a un número más reducido de obreros, aunque pudiera obtenerla con la misma baratura, e incluso más barata, de un número mayor. En el segundo caso, la inversión de capital constante crece en proporción a la masa del trabajo puesto en movimiento; en el primer caso, crece mucho más lentamente. Cuanto mayor es la escala de la producción, más decisivo se hace este móvil. Su empuje crece con la acumulación del capital. videos de sexo Oigamos ahora un instante a un defensor de las enclosures y ad­versario del Dr. Price. “No es lógico inferir que existe despoblación porque ya no se vea a la gente derrochar su trabajo en campo abier­to... Sí, al convertir los pequeños labradores en personas obligadas a trabajar para otros, se moviliza más trabajo, es ésta una ventaja que la nación [entre la que no figuran, naturalmente, los que sufren la transformación apuntada], tiene que ver con buenos ojos... El producto será mayor si su trabajo combinado se emplea en una sola hacienda; así se creará trabajo sobrante para las manufacturas, haciendo una de las minas de oro de nuestra nación, con ello que és­tas aumenten en proporción a la cantidad de trigo producido.”26 escorts high standing La producción del -Wearíng Apparel- corte a cargo de manufacturas, que en el interior de sus talleres se limitan a reproducir la división del trabajo con cuyos membra disjecta se encuentran al crearse, a cargo de pequeños maestros artesanos, pero que ya no trabajan como antes directamente para el consumidor, sino para manufacturas y almacenes, dándose con frecuencia el caso de ciudades y comarcas enteras especializadas en una rama industrial de éstas, v. gr., en la de zapatería; y, finalmente, corre también, en gran medida, a cargo de obreros domiciliarios, que son una prolongación de las manufacturas, almacenes y hasta de los pequeños maestros artesanos.180 Las masas de materiales, géneros, prendas a medio fabricar, etc., las suministra la gran industria; la masa del material humano barato (taillable i merci et miséricorde) (97) está formada por los elementos “que dejan en libertad” la gran industria y la agricultura. Las manufacturas de esta rama de producción deben su origen, principalmente, a la necesidad sentida por el capitalista de tener bajo su mando un ejército capaz de lanzarse al ataque a medida que lo exija la demanda del mercado.181 No obstante, permitieron que a su lado siguiera viviendo, como base difusa, dispersa, la industria manual y domiciliaria. La gran producción de plusvalía arrancada a estas ramas de trabajo y el abaratamiento progresivo de sus artículos se debía y se debe principalmente a los salarios mínimos estrictamente indispensables para vegetar de mala manera, unidos a unas jornadas de trabajo que representan el máximum de lo humanamente posible. Esta baratura del sudor y la sangre humanos convertidos en mercancías, era precisamente, y es, lo que dilataba y dilata día por día el mercado, y en Inglaterra sobre todo el mercado colonial, en el que además predominan los hábitos y los gustos ingleses. Hasta que sobrevino el punto critico. Los viejos métodos, la simple explotación brutal del material obrero, más o menos acompañada por una división sistemática del trabajo, no bastaban ya para cubrir las necesidades cada vez mayores del mercado ni para hacer frente a la competencia aun mayor entablada entre los capitalistas. Había sonado la hora de la maquinaria. La máquina revolucionaria decisiva, que se adueña por igual de todas las ramas innumerables de esta órbita de producción, de la modistería, de la sastrería, de la zapatería, de la costura y la fabricación de sombreros, etc., etc., es la máquina de coser.

La época inmediatamente anterior a la abolición de las leyes cerealistas alumbró con nuevos destellos la situación de los obreros del campo. Por una parte, los agitadores burgueses estaban interesados en demostrar cuán poco protegian aquellas leyes protectoras a los verdaderos productores de trigo. De otro lado, la burguesia industrial se encabritaba de rabia al ver cómo los aristócratas de la tierra denunciaban los abusos fabriles, con qué afectada simpatía estos distinguidos haraganes corrompidos y desalmados se dolían de los sufrimientos de los obreros de las fábricas y con qué “celo diplomático” abogaban por una legislación fabril. Hay un proverbio inglés que dice que cuando dos ladrones riñen siempre se sale ganando algo. Y en efecto, esta disputa ruidosa y apasionada entre las dos fracciones de la clase gobernante sobre cuál de las dos explotaba más desvergonzadamente a los trabajadores, contribuyó al alumbramiento de la verdad en ambos frentes. La aristocrática campaña filantrópica antifabril estaba capitaneada por el conde de Shaftesbury, alias lord Ashley. Por eso este personaje constituye, desde 1844 a 1845, un tema predilecto en las revelaciones del Morning Chronicle acerca de la situación de los obreros del campo. Este periódico, el órgano liberal más importante de la época, mandó a los distritos agrícolas enviados especiales, que no se contentaban, ni mucho menos, con descripciones generales y estadísticas, sino que, además, publicaban los nombres de las familias obreras investigadas y los de sus explotadores, los terratenientes. A continuación, reproducimos una lista de jornales correspondiente a tres aldeas de las inmediaciones de Blanford, Wimbourne y Poole. Las aldeas son propiedad de Mr. G. Bankes y del conde de Shaftesbury. relax españa 123 "La relación entre patronos y obreros, en las fábricas de vidrio y de botellas, es de huelga crónica." Así se explica el auge de la manufactura de cristal comprimido, en la que las principales operaciones se ejecutan por medio de máquinas. Una casa de Newcastle, que antes producía 350,000 libras esterlinas de vidrio soplado al año, produce ahora 3.000,500 libras de cristal comprimido. (Ch. Empl. Comm. IV Rep., 1865 p. 262 y 263. escorts high standing Es decir, que la segunda característica de la forma equivalencial es que el trabajo concreto se convierte aquí en forma o manifestación de su antítesis, o sea, del trabajo humano abstracto. Box BCN El primer efecto de la jornada de trabajo reducida descansa en la ley evidente de que la capacidad de rendimiento de la fuerza de trabajo está en razón inversa al tiempo durante el cual actúa. Dentro de ciertos límites, lo que se pierde en duración del trabajo se gana en intensidad. Y el capital se cuida de conseguir por medio del método de retribución72 que el obrero despliegue efectivamente más fuerza de trabajo. En las manufacturas, la de alfarería, por ejemplo, en que la maquinaria no desempeña ningún papel o tiene sólo un valor secundario, la implantación de la ley fabril ha demostrado palmariamente que con sólo reducir la jornada de trabajo aumentan maravillosamente el ritmo, la uniformidad, el orden, la continuidad y la energía del trabajo.73 Sin embargo, en la verdadera fábrica este efecto no era tan claro, pues aquí la supeditación del obrero a los movimientos continuos y uniformes de la máquina hacía ya mucho tiempo que había creado la más rigurosa disciplina. Por eso, cuando en 1844 se trató de reducir la jornada de trabajo a menos de 12 horas, los fabricantes declararon casi unánimemente que "sus vigilantes estaban atentos, en todos los talleres, a que los obreros no perdiesen ni un minuto", que "el grado de vigilancia y atención por parte de los obreros (the extent of vigilance and attention on the part of the workmen) no admitía casi aumento" y que, por tanto, suponiendo que todas las demás circunstancias: la marcha de la maquinaria, etc., permaneciesen invariables "era un absurdo, en las fábricas bien regidas, esperar ningún resultado apreciable de la intensificación del celo, etc., de los obreros".74 No obstante, esta afirmación fue refutada por una serie de experimentos. Mr. R. Gardner hizo que, a partir del 20 de abril de 1844, sus obreros trabajasen, en sus dos grandes fábricas de Preston, 11 horas diarias en vez de 12. Al cumplirse aproximadamente un año, resultó que "se había obtenido la misma cantidad de producto con el mismo costo y que todos los obreros habían ganado en 11 horas de trabajo el mismo salario que antes en 12"75 Paso por alto los experimentos hechos en los talleres de hilado y cardado, porque éstos se combinaban con un aumento de velocidad de las máquinas (de un 2 por 100 aproximadamente). En cambio, en los talleres de tejidos –en los que, además se tejían clases muy diversas de artículos ligeros de fantasía– no se operó el menor cambio en las condiciones objetivas de producción. El resultado fue el siguiente: "Desde el 6 de enero hasta el 20 de abril de 1844, con una jornada de trabajo de 12 horas, el salario medio semanal de cada obrero ascendió a 10 chelines y l ½ peniques: desde el 20 de abril hasta el 29 de junio de 1844, con una jornada de trabajo de 11 horas, el salario medio semanal fue de 10 chelines y 3 ½ peniques."76 Como se ve, en 11 horas de trabajo se producía más que antes en 12, gracias exclusivamente a la mayor uniformidad y perseverancia del trabajo y a la economía del tiempo. Los obreros percibían el mismo salario y se encontraban con una hora libre, el capitalista obtenía la misma masa de productos, y ahorraba el gasto de carbón, gas, etc., durante una hora. Experimentos semejantes se hicieron, con idéntico resultado, en las fábricas de los señores Horrocks y Jackson.77 repografia barcelona El capitalista se acoge, pues, a la ley del cambio de mercancías. Su afán, como el de todo comprador, es sacar el mayor provecho posible del valor de uso de su mercancía. Pero, de pronto, se alza la voz del obrero, que había enmudecido en medio del tráfago del proceso de producción. discotecas en girona Así se explica que en los documentos oficiales nos encontremos con quejas contradictorias y simultáneas de los mismos pueblos acerca de la escasez y de la sobra de trabajo. La escasez temporal o local de trabajo no hace subir los jornales, sino que arrastra a las mujeres y los niños a las labores del campo y hace bajar el límite mínimo de edad de los jornaleros. Y tan pronto como la explotación de las mujeres y los niños adquiere un margen considerable, se convierte, a su vez, en un nuevo resorte para la eliminación de jornaleros masculinos y adultos y para la reducción de los jornales. En la parte oriental de Inglaterra florece un espléndido fruto de este círculo vicioso: el llamado sistema de cuadrillas o grupos, sobre el cual hemos de insistir aquí brevemente.109 http://www.nightspain.com A la levita, como tal levita, le tiene sin cuidado, por lo demás, que la vista el sastre o su cliente. En ambos casos cumple su misión de valor de uso. La relación entre esa prenda y el trabajo que la produce no cambia tampoco, en realidad, porque la actividad del sastre se convierta en profesión especial, en categoría independiente dentro de la división social del trabajo. Allí donde la necesidad de vestido le acuciaba, el hombre se pasó largos siglos cortándose prendas más o menos burdas antes de convertirse de hombre en sastre. Sin embargo, la levita, el lienzo, todos los elementos de la riqueza material no suministrados por la naturaleza, deben siempre su existencia a una actividad productiva específica, útil, por medio de la cual se asimilan a determinadas necesidades humanas determi­nadas materias que la naturaleza brinda al hombre. Como creador de valores de uso, es decir como trabajo útil, el trabajo es, por tanto, condición de vida del hombre, y condición independiente de todas las formas de sociedad, una necesidad perenne y natural sin la que no se concebiría el intercambio orgánico entre el hombre y la natu­raleza ni, por consiguiente, la vida humana. wmailbox.com 203 Child. Empl. Comm. IV Rep., p. XVIII, n. 118.

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